Liliana
Díaz Jerezano[1]
Recordando
lo que nos dice Paco Fernández somos seres sexuales, lo tenemos a flor de piel;
la sexualidad está impregnada en todo lo que hacemos e incluso en lo que
decimos y cómo lo decimos. ¿Cómo es
esto? Dado que desde que nacemos se nos han establecido ciertos roles que
social, cultural, política, religiosa y económicamente se esperan de mí o de ti
por el hecho de ser hombre o mujer, ejemplos claros y clásicos: “las niñas
buenas son de casa, las niñas calladitas se ven más bonitas, los hombres no
lloran, el hombre es el proveedor”, ya de
facto esto tiene una carga simbólica, que si lo revisamos a luz de la
Gestalt muchos de ellos se vuelven introyectos o experiencias obsoletas.
Si atendemos
a las noticias o leemos algunas publicaciones en redes sociales, podemos ver
que en México somos el primer lugar de América Latina en embarazos de adolescentes,
tan solo el 49% de las adolescentes no utilizan ningún método anticonceptivo en
su primer encuentro sexual, las Enfermedades de Transmisión Sexual en lugar de
ir a la baja van a la alza, los índices de discriminación y violencia hacia
mujeres, miembros de la comunidad LGBTTTIQA (Lésbico, Gay, Bisexual,
Transexual, Transgénero, Travesti, Intersexual, Queer y Asexual) han aumentado
tanto en número como en violencia, como lo podemos ver en los datos
estadísticos que presenta CONACYT en su estudio de discriminación en México,
donde se observa que los diferentes grupos poblacionales señalan la
discriminación como el principal problema de su grupo, esto nos indica que algo
no hemos hecho bien o no han sido suficientes los esfuerzos para atender estas
situaciones.
Creo
profundamente que a mayor educación sexual existen muchas más consideraciones y
consciencia que pueden incidir positivamente en la toma de decisiones y
cuidados propios.
Consecuentemente
con el párrafo anterior, una pregunta inmediata que podemos plantear es si no me cuido yo, ¿quién me cuida?
Parte de la educación sexual tiene que ver con una salud sexual integral e
integrada en la vida cotidiana, de ahí la importancia de las revisiones
periódicas de mis órganos sexuales, de mi cuerpo, las visitas al ginecólogo y/o
urólogo, siendo deseable que se haga un hábito en todas las personas, iniciando
desde muy temprana edad, para con ello romper mitos y estereotipos de las
visitas y chequeos médicos.
En la
medida que presto más atención y cuidado a mi cuerpo, también están presentes
los cuidados hacia mis sentimientos, emociones y necesidades de manera tal, que
será más probable que esté más atento del otro.
Partiendo
de la premisa anterior, me pregunto ¿cómo estoy frente a los temas de
sexualidad que surgen con mis pacientes? ¿Soy cuidadosa? ¿Doy libertad a que el
tema surja? ¿Impongo el tema? ¿Me avergüenzo? ¿O cómo reacciono?
Si nos
acercamos desde la teoría de campo en el consultorio estamos co creando un
espacio propicio para hablar del tema o evitarlo, me parece que cada uno
podemos revisar las preguntas antes mencionadas y responder con detenimiento y
sinceridad.
Antes
de terminar es importante como terapeutas tener presente que habrá situaciones
que sean tan vergonzosas que nuestro paciente no querrá ni mencionarlo y otras
que aunque le dé un poco de pena, podrá compartirlas y podemos regresar a las
preguntas anteriores.
La
sexualidad es algo que estará con todas las personas a lo largo de nuestra vida
y qué mejor sí es de manera informada, responsable y consciente.
[1] Liliana Díaz Jerezano. Especialidad en
Desarrollo Humano, Especialidad en Gestalt, Especialidad en Sexualidad. Parte
del Staff del IHPG Coyoacán.
gracias
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