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lunes, 29 de mayo de 2017

Los sentimientos en el maternaje y paternaje

Por: Helena González Vallejo

Siguiendo con el tema de la semana pasada, aprovechando el mes de mayo y la posibilidad que da para hablar de maternaje y paternaje, se me ocurrió compartir algunas reflexiones sobre lo que esta elección implica. Particularmente quisiera hablar sobre lo que se despierta a nivel emocional con esta elección.

 Cuando hablaba de que el maternaje/paternaje es algo que se elige, no quiero dar por sentado que elegirlo da la sabiduría para ejecutar esta labor tan grande y compleja. Pensemos en esos que han elegido a alguien como suyo y que se han visto co-creando situaciones difíciles como la violencia, las adicciones y otras más.

 ¿Qué es lo que alguien tiene que sentir para que después de haber elegido a alguien como suyo le suelte un golpe?, ¿Cuánto tuvo que aguantar alguien para terminar “destruyendo lo que más ama”?, ¿De qué no se dio cuenta?, ¿Qué fue lo que no atendió?

 Amar a alguien, en especial a un hijo, está cargado de estereotipos, éstos dan poco espacio a los padres para darse permiso de sentir enojo, frustración, desesperación, susto, decepción, etc., parecería que en el estereotipo de “madre/padre ideal”, el amor debería ser algo permanente y fijo, donde los padres tendrían que negarse los “sentimientos negativos” que les producen sus hijos. Frases como: “Ya no puedo más con mi hijo, me desespera muchísimo, quisiera que desapareciera unos días”, “Me he esforzado mucho por él, y así me paga, me siento profundamente decepcionada”, “Vete de mi casa, ya no te aguanto”, éstas y otras más que surgen de sentimientos desagradables, suelen ser muy condenadas, mal vistas, incluso por nosotros mismos (aunque seamos nosotros quienes sentimos eso).

 No hay nada más anti-humanista o anti-gestalt que pedirle a alguien que no sienta lo que siente, que sobreponga una idea, aunque sea la “de ser buena madre/padre” a un sentimiento auténtico negativo. Reconocernos enojados, frustrados, decepcionados, etc., comúnmente genera otros sentimientos falsos como la culpa. Culpa por sentir enojo o desamor hacia alguien que se supone deberíamos amar a pesar de todo.

 Dos cosas importantes para concluir:

 
1.    Nadie siente auténticamente culpa, la culpa surge cuando lo que siento no corresponde a lo que “debería sentir”, cuando no es lo que me han enseñado, cuando lo que siento es repulsión hacia mi hijo pero “no debería sentirlo”.

2.    Elegir a alguien como tuyo, partiendo de la aceptación/aprecio positivo incondicional, significa comprometer “todo lo de mi vida” lo agradable y lo desagradable, significa “amarte y abrazarte con todo el cariño que soy capaz”, y significa “enojarme mucho contigo” también, eso me ayudará a poner límites, eso me ayudará a mostrarle que la gente también necesita cosas, que puede invadir a otros. El enojo es algo que ayuda al crecimiento y al desarrollo.

 
No con esto quiero decir que esté en pro de la violencia o situaciones parecidas, sino lo contrario: cuando uno es capaz de dejarse sentir el enojo, cuando le da su lugar y logra poner el límite que la energía del enojo permite, la persona no se sobrecarga, no llega al extremo de otros sentimientos como la furia o la ira. La “carga” se “descarga” cuando la necesidad se satisface.

Lo que sentimos no está equivocado, esto se extiende a todas las situaciones de nuestra vida, los sentimientos son una brújula que nos orienta en la situación presente. Para conocer más sobre la postura humanista-gestalt alrededor de los sentimientos, invito a consultar el libro de la Dra. Myriam Muñoz, titulado Emociones, sentimientos y necesidades.

 
Helena González Vallejo
Licenciada en Psicología, con Maestría en Gestalt y Especialidad en Desarrollo Humano por el IHPG. Coordinadora Académica del IHPG Condesa.

 

 

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