Por: Helena González Vallejo
Siguiendo con el tema de la
semana pasada, aprovechando el mes de mayo y la posibilidad que da para hablar
de maternaje y paternaje, se me ocurrió compartir algunas reflexiones sobre lo
que esta elección implica. Particularmente quisiera hablar sobre lo que se
despierta a nivel emocional con esta elección.
Cuando hablaba de que el
maternaje/paternaje es algo que se elige, no quiero dar por sentado que
elegirlo da la sabiduría para ejecutar esta labor tan grande y compleja.
Pensemos en esos que han elegido a alguien como suyo y que se han visto co-creando
situaciones difíciles como la violencia, las adicciones y otras más.
¿Qué es lo que alguien tiene
que sentir para que después de haber elegido a alguien como suyo le suelte un
golpe?, ¿Cuánto tuvo que aguantar alguien para terminar “destruyendo lo que más
ama”?, ¿De qué no se dio cuenta?, ¿Qué fue lo que no atendió?
Amar a alguien, en especial a
un hijo, está cargado de estereotipos, éstos dan poco espacio a los padres para
darse permiso de sentir enojo, frustración, desesperación, susto, decepción, etc.,
parecería que en el estereotipo de “madre/padre ideal”, el amor debería ser
algo permanente y fijo, donde los padres tendrían que negarse los “sentimientos
negativos” que les producen sus hijos. Frases como: “Ya no puedo más con mi
hijo, me desespera muchísimo, quisiera que desapareciera unos días”, “Me he
esforzado mucho por él, y así me paga, me siento profundamente decepcionada”,
“Vete de mi casa, ya no te aguanto”, éstas y otras más que surgen de
sentimientos desagradables, suelen ser muy condenadas, mal vistas, incluso por
nosotros mismos (aunque seamos nosotros quienes sentimos eso).
No hay nada más
anti-humanista o anti-gestalt que pedirle a alguien que no sienta lo que siente,
que sobreponga una idea, aunque sea la “de ser buena madre/padre” a un
sentimiento auténtico negativo. Reconocernos enojados, frustrados,
decepcionados, etc., comúnmente genera otros sentimientos falsos como la culpa.
Culpa por sentir enojo o desamor hacia alguien que se supone deberíamos amar a
pesar de todo.
Dos cosas importantes para
concluir:
1.
Nadie siente auténticamente culpa, la culpa
surge cuando lo que siento no corresponde a lo que “debería sentir”, cuando no
es lo que me han enseñado, cuando lo que siento es repulsión hacia mi hijo pero
“no debería sentirlo”.
2.
Elegir a alguien como tuyo, partiendo de la
aceptación/aprecio positivo incondicional, significa comprometer “todo lo de mi
vida” lo agradable y lo desagradable, significa “amarte y abrazarte con todo el
cariño que soy capaz”, y significa “enojarme mucho contigo” también, eso me
ayudará a poner límites, eso me ayudará a mostrarle que la gente también
necesita cosas, que puede invadir a otros. El enojo es algo que ayuda al
crecimiento y al desarrollo.
No con esto quiero decir que
esté en pro de la violencia o situaciones parecidas, sino lo contrario: cuando
uno es capaz de dejarse sentir el enojo, cuando le da su lugar y logra poner el
límite que la energía del enojo permite, la persona no se sobrecarga, no llega
al extremo de otros sentimientos como la furia o la ira. La “carga” se
“descarga” cuando la necesidad se satisface.
Lo que sentimos no está
equivocado, esto se extiende a todas las situaciones de nuestra vida, los
sentimientos son una brújula que nos orienta en la situación presente. Para
conocer más sobre la postura humanista-gestalt alrededor de los sentimientos,
invito a consultar el libro de la Dra. Myriam Muñoz, titulado Emociones, sentimientos y necesidades.
Helena González Vallejo
Licenciada en Psicología, con Maestría en Gestalt y
Especialidad en Desarrollo Humano por el IHPG. Coordinadora Académica del IHPG
Condesa.
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