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martes, 7 de febrero de 2017

EL AMOR NO ES COMO LO PINTAN (1a. parte)

Por: Leticia Steiner y Leticia Morales

En nuestra sociedad han predominado formas de relación entre las personas, impregnadas de creencias que van marcando la dirección que tomaran nuestros afectos, nuestros amores. Estas creencias las aprendemos en la familia, que es nuestro primer contacto con el mundo. Ahí es donde empezamos a conocer las expresiones de amor, de enojo, de alegría y se convierten en los modelos a seguir.

Dichos modelos son reforzados en otros espacios como la escuela, los amigos, la religión, los lugares de convivencia social y los medios de comunicación. Cada uno de ellos contribuye a que la persona vaya formando paulatinamente una idea de cómo y dónde comportarse de tal o cual manera. Cuando se conduce con los comportamientos esperados socialmente, es aceptado como parte del grupo e incluso llega a ser premiado. Por el contrario, cuando sus actitudes rompen lo establecido es sancionado y hasta rechazado. Así, la persona empieza a darle significado a la aceptación o al rechazo, se da cuenta que ciertos actos pueden abrirle puertas y algunos otros cerrarlas con facilidad.

Este es el camino de entrada al mundo y a la socialización natural de los seres humanos que no viven aislados sino en un mundo de normas, de reglas en pro de la “convivencia sana y armónica”.

La socialización es el proceso que ayuda a las personas a comprender la sociedad, sus códigos, sus formas de interacción, las pautas de comunicación, de ejercicio del poder, las rutinas, el tipo de diversiones, los rituales, cómo moverse en las ciudades, en los pueblos, los valores, las creencias, en fin, es la puerta a la cultura. En particular, nuestra cultura se ha caracterizado por relaciones matizadas por rituales como el día de la madre, que considera ese amor como único e inmaculado, desinteresado e incondicional. Por tanto, la madre se convierte en un ser sublime, respetado  e intocable. De ahí que quien atente contra ella es fuertemente cuestionado, señalado, sancionado e incluso excluido del círculo familiar.

Poco a poco más que una socialización se convierte en una domesticación donde sutilmente se nos va formando para ser lo que se espera de nosotros y dejando de lado lo que realmente queremos y necesitamos.

De igual forma, se han ido consolidando creencias y relaciones saturadas de rituales en otros ámbitos comunes de la vida diaria, un caso típico son las relaciones de pareja.  Estas relaciones están directamente vinculadas al concepto de hombre y mujer que se tiene en nuestra sociedad y que se genera en una cultura religiosa, moralista y con supremacía masculina. Se dotan de atributos específicos a cada género, lo masculino se asocia a la fortaleza, a la virilidad, a la valentía,  al éxito económico y social, por tanto son los hombres quienes cuentan por naturaleza con la capacidad para la toma de decisiones, para ser proveedores y cubrir las necesidades materiales en el hogar, reparar los desperfectos en casa y de ser el brazo fuerte que protege y cuida de la familia.

La mujer es considerada como la parte sensible, amorosa, cálida, sentimental, débil, por tanto se le asigna el rol natural de atender las necesidades de afecto, cuidados diarios de la familia, -alimentación, limpieza, orden- atender y cuidar al hombre para que este cómodo y feliz en su hogar. En suma, ser la gran mujer que está detrás de todo hombre exitoso.  

Visto así, parecería que mientras cada quien cumpla su rol asignado según su domesticación, la armonía prevalecerá en la familia como base de toda sociedad. En realidad, lo que se oculta detrás de estos estereotipos son esquemas rígidos de lo que debe ser, con ideas universales donde todos los hombres son iguales entre sí y las mujeres están al servicio de ellos, sin matices, sin diferencias, negando la diversidad de la naturaleza humana.

Esta postura rígida es lo que nosotros consideramos domesticación y ha traído serias complicaciones en las relaciones humanas pues alimenta expectativas sobre lo que deben hacer una y otra parte cuando se relacionan amorosamente. El hombre se constituye en un “príncipe azul” rescatador de su princesa desvalida, tendrá que protegerla, guiarla y cuidarla de los posibles lobos que la acechen. Ella, al ser rescatada, tendrá que agradecer a su salvador con cuidados, cariño y desde luego fidelidad incondicional y ambos están más preocupados por cubrir ese rol preestablecido que por sus necesidades de afecto, de amor.

Cabe mencionar que en este artículo estamos hablando de parejas heterosexuales únicamente, aunque la domesticación de los roles establecidos es tan poderosa que puede permear la forma de relacionarse de las parejas homosexuales.

Resulta interesante destacar las creencias que de esta postura se desprenden y tiñen de ideales, desilusiones, frustración y malentendidos al amor en pareja. Podemos reconocer estas creencias en las canciones de amor y las películas románticas de Hollywood, que no solamente refuerzan los roles inculcados socialmente, sino también la manera de relacionarnos en pareja. Las relaciones románticas están influenciadas por algunos mitos que se han vuelto “verdades” a través de la repetición y que están mediando las relaciones, tales como:

-Lectura de mente: si nuestra pareja nos ama de verdad, nos conoce a la perfección y por lo tanto, sabe lo que necesitamos, sin que nosotros tengamos que expresarlo, responsabilizando al otro de nuestro bienestar y felicidad. Si optamos por pedir al otro lo que necesitamos, el satisfactor pierde su valor automáticamente y si lo recibimos, lo hacemos con menosprecio. Además, si ya tuvimos que pedirlo, esperamos que nuestra pareja nos lo ofrezca tal y como nosotros lo imaginamos, no como él/ella pueda hacerlo.

-La media naranja: en el que se cree que hay alguien predestinado para cada persona que llegará a completarla, como si solo tuviéramos el derecho a amar y ser amados si encontramos a esa única persona que es “la indicada”. Nos hace pensar que somos seres incompletos y carentes, que necesitamos de otro afuera a quien responsabilizaremos de nuestra sensación de plenitud.

-Exclusividad en el enamoramiento: esta creencia supone que no es posible estar enamorado de dos personas a la vez, llenando de sentimientos de traición y culpa a quien no lo cumple.

-Pasión eterna: sostiene que si el amor es verdadero, la pasión inicial  debería durar para siempre, como si el amor pudiera ser cuantificable, rigidizando y limitando la expresión de cada miembro de la pareja.

-El amor todo lo puede: postula que el amor verdadero vencerá todos los obstáculos e inconvenientes. Esta nos parece una creencia peligrosa, pues podemos obsesionarnos y manipular, utilizando al amor como una vía de control, frustración y apego, más que como una fuente de inspiración.

-Mito de la fidelidad: que llevado al extremo, implica que si alguien ama realmente, será fiel sexualmente a su pareja por siempre. Este mito es la prueba del poder que tiene la socialización en el control de los instintos biológicos. La fidelidad puede ser un acuerdo hablado en la pareja, pero es distinto a que se tome como condición necesaria del amor verdadero.

Así mismo, algunas otras creencias que regulan a las relaciones de pareja son: amor a primera vista,  sacrificarse por el otro, fundirse con él, olvidarse de la propia vida,  que con la pareja formamos un todo del que no podemos separarnos sin angustia, reforzado por el lenguaje con frases como “no puedo vivir sin ti”, “te quiero más que a mi vida”, “sin ti no soy nada”, “mi vida empezó cuando te conocí”.

Hemos aprendido a percibir estos mitos como romance puro que nace del amor verdadero, cuando en realidad es amor condicional que hace evidente el apego, el egoísmo, las carencias afectivas y la necesidad de control.


                                 ¡Deja tu comentario, nos interesa escucharte! 


En el IHPG contamos con una serie de materiales relacionados con los temas de Pareja.

En la revista Figura fondo puedes encontrar los artículos:

·       La pareja es lo parejo: un encuentro yo-tu - Marcela Bracho
Figura Fondo 14

·       Los introyectos y la pareja - Renatta Arrazola Lara
Figura Fondo 28

·       De Buber a Benedetti: la pareja es un collar de encuentros - Enrique Rivera Medina
Figura Fondo 31

·       Celos, la otra cara del amor. Una visión desde la psicoterapia Gestalt - Francisco Fierro
Figura Fondo 23

Elección de amor - Noemí Armas
Figura Fondo 12

 
Y en la biblioteca podrás consultar las siguientes tesis de nuestros egresados

 
¿Cómo sobrevivir al riesgo del amor? Una reconstrucción de mis creencias – Sulim Cruz Martínez

      Propuestas reeducativas para construir un modelo satisfactorio de vida en pareja– Lourdes González Franco

·       Ideales introyectados acerca del amor romántico y su incidencia en noviazgos violentos– Myriam Melo Carrasco

     Poliamor en México siglo XXI. Enfoque Gestalt – Andrea Alicia Prado Álvarez

    Relación entre la experiencia de vida en pareja y la actividad profesional del psicoterapeuta Gestalt– Vanessa Ramos Flores

     Los 4 acuerdos: una propuesta educativa para la resignificación del concepto de amor de pareja– Leticia Steiner

·       El proceso de actualización de los vínculos primarios a partir de la relación de pareja– Ruth Esmeralda Tova Hernández

    “Mientras te siga eligiendo” El darse cuenta como elemento actualizador de la Relación de Pareja– María del Pilar Uribe Arrangoiz

     Dije en lo próspero y en lo adverso. No en el reclusorio Norte – Mónica Uribe Fenollosa

 
 
 


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