Por: Alejandra Luz Díaz Medina
Me
han invitado a escribir acerca de la “salud” desde la perspectiva Gestalt, y
justo hoy que dedico tiempo para desarrollar el tema, empiezo a estornudar y la
picazón que siento en la garganta es constante, y hasta criminal. Me digo
entonces que es imposible separar a la mente del cuerpo, al cuerpo de las emociones, a las emociones del espíritu; que somos una entidad
que va en marcha día a día, que si algo se descompone, se descompone todo;
y que para realizar una actividad, la más mínima que sea, se necesita energía,
vivir en consciencia de nuestra propia energía.
¿Cómo
logra el bienestar una persona que padece cáncer? ¿Cómo apoya el psicoterapeuta
a quien padece depresión? ¿Se puede sentir bienestar del alma, cuando se sufren
los estragos de enfermedades físicas crónicas? ¿Los desequilibrios emocionales
son enfermedades? Todas esas y más preguntas vienen a mi mente.
Parto
por decir que la Gestalt al considerarse un modelo educativo, no concibe los
términos de salud y enfermedad de la misma manera que los plantea el modelo clínico. Los
postulados gestálticos confían plenamente en la autorregulación que emerge de
la sabiduría organísmica y que posee cada persona para su evolución y desarrollo.
Siguiendo esa línea, el psicoterapeuta no trata con enfermos, trata con seres
humanos que por alguna razón se sienten extraviados, necesitados de alguien que
los acompañe a descifrar los malestares corporales o emocionales que
experimentan, para reencontrar el timón,
y redescubrirse.
La
palabra salud, viene del latín “salus” “utis”, que significa “Salud, saludo,
salvación”. El diccionario de la real academia española menciona entre otras,
las siguientes definiciones: “Estado en que el ser orgánico ejerce normalmente
todas sus funciones […] En el cristianismo, estado de gracia espiritual […]
salvación […] Inmunidad de quien se acoge a lo sagrado […]” (RAE, 2017). Lo
contrario a la salud es la enfermedad, dicha palabra tiene su origen
etimológico en el latín “infirmitas”, que significa “falta de firmeza”.
Indagando
un poco en el origen de las palabras, resulta que descubro bello el origen de
la palabra salud: “Salvación”. Resuena en mi formación gestáltica, ya que en un
respeto profundo por el cliente y el conflicto que lo aqueja, el psicoterapeuta
atiende al ser sintiente de sufrimiento, evitando diagnósticos o etiquetas que
más allá de ayudar a sanar, patologizan a la persona. El psicoterapeuta, escuchando y confrontando al
cliente con sus propias contradicciones, y desde la autenticidad de su
presencia, fomenta una relación terapéutica transparente, que los salva de la
opacidad. “El proceso terapéutico
consiste en sacar a luz esbozos de creación o creaciones que han quedado
en suspenso […] lo no creado empuja, insiste en ser reconocido y en hallar
plenitud” (Delacroix, J., 2008, p. 409). La transparencia del encuentro permite
que la capacidad creadora del cliente se renueve.
Ahora
recuerdo a mi amiga Dalia, a quien le diagnosticaron cáncer años a los 25 años.
Al transitar la enfermedad por su vida, su cuerpo perdía lozanía, no puedo
decir cómo estaba emocionalmente porque no me permitió visitarla, pero imagino
el dolor y el susto que experimentó (ojalá también haya sentido paz en algún
momento). La vida de sus familiares perdía color, dirección, perdía la imagen
de la mujer joven llena de vitalidad. Miro hacia atrás, y me veo sentada frente
a la terapeuta, contándole de mi amiga de la infancia que ha muerto, y que ha
dejado con su ausencia un hoyo negro dentro de mí. ¡Cómo me ayudó la terapia
para recuperar mi centro! El acompañamiento del psicoterapeuta significa una
oportunidad para resignificar la experiencia a partir de lo perdido: Un ser
querido, la pareja, el empleo, el apetito, el sueño, una parte del cuerpo, la
alegría, alguna capacidad corporal, etc. Uno se siente a salvo cuando descubre
que no está solo frente a las penas, que no será juzgado por sentir lo que siente,
y que el otro es igual de humano y no un gurú.
Me
pareció oportuno compartir lo que viví para ejemplificar como todo va unido. El
ser humano siendo un todo: cuerpo, mente, emociones y espíritu; y el ser humano
siendo un todo con otros. De acuerdo a uno de los principios de la teoría del
campo de la Psicología Gestalt, “Ninguna parte del campo debe ser excluida ni
considerada a priori como no pertinente: cada elemento del campo forma parte de
la organización total y es potencialmente significativo.” (Robine, J., 2005, p.174).
La Gestalt, pone el acento en la persona experimentando la vida en
contacto con otros, y en como en ese acto de vivir en convivencia, surgen
perturbaciones naturales. “La experiencia es provisional; nada permanece
siempre fijo, estático, de manera absoluta” (Robine, J., 2005, p. 173). En el ir y venir, siendo parte del
mundo y relacionándose con él, la
persona que es organismo “sobrevive asimilando lo nuevo, cambiando y
creciendo.” (PHG, 2006, p.9). El self
es “la experiencia”, se co-crea en relación con un
otro, es decir, en contacto.
Desde
ese conocimiento, queda clara la responsabilidad del terapeuta, pues se
relaciona y se implica en la terapia para apoyar a quien acude al grito de
“auxilio”. Sería injusto y poco útil para el cliente que se le trate como
enfermo, porque de esa forma se enfatizaría la perturbación del self, como algo
“malo, inadecuado” que debe suprimirse más que transformarse. La Gestalt está
interesada en la transformación a partir de la aceptación, uno de sus objetivos
es que el cliente descubra que el cambio está “en no forzarse a cambiar”, como
lo propone y explica la teoría paradójica del cambio (Beisser, A., 1970).
La Gestalt,
para hablar del restablecimiento del self, emplea los términos de “funcionalidad
y disfuncionalidad”, y no de “enfermedad”. En la relación terapéutica, el
cliente podrá ir dilucidando qué le funciona en sus relaciones con el entorno y
qué no, qué lo detiene y qué lo impulsa, qué acciones le sirven y lo nutren, y
cuáles lo obstaculizan y le quitan energía. Y si “El primer paso en terapia es
contactar con la respiración” (PHG, 2006, p. 224), el cliente podrá redescubrir
en contacto con el terapeuta (y a su vez
el terapeuta) qué le hace sentir su respiración fluida, y qué restringe su
respiración. La respiración: ese constante y “siempre presente” recordatorio de
que estamos vivos.
La
relación terapéutica basada en principios humanistas, y el compromiso del
terapeuta (para supervisarse y llevar un proceso de crecimiento personal), son
elementos fundamentales para ampliar la consciencia. La Gestalt más que una
filosofía, una teoría, una práctica; es una guía, una forma de vida que honra
la vida, la experiencia del ser humano más allá de síntomas, de perturbaciones
fisiológicas, de síndromes, y de informes médicos. Porque al consultorio no
llegan enfermedades ni enfermos, llegan personas que lo único que anhelan es vivir,
bien vivir.
Bibliografía:
Perls, F., Hefferline,
R., Goodman, P., (2006) “Terapia Gestalt:
Excitación y crecimiento de la personalidad humana.”. Ed. Sociedad de
Cultura Valle-Inclán.
Robine, J., (2005) “Contacto y relación en psicoterapia.
Reflexiones sobre terapia Gestalt.”. 2da. Edición, Ed. Cuatro Vientos.
Delacroix, J., (2008) “Encuentro con la psicoterapia. Una visión
antropológica de la relación y el
sentido de la enfermedad en la paradoja de la vida.”. Ed. Cuatro Vientos.